viernes, 27 de marzo de 2009

Facebook (II)

Se le veía como con veinte kilos más y veintemil pelos menos en la cabeza, pero era reconociblemente él, Paco, con el que jugaba a indios y vaqueros hace un millón de años, cuando los dos éramos pequeños, en una ciudad que llevo tres décadas sin pisar. Y ahí estaba ahora, pidiéndome que le agregara como amigo en mi cuenta de Facebook, sonriéndome desde una fotografía reciente, rodeado de dos niños y una adolescente que parecían ser sus hijos.

De esto que llaman las 'redes sociales' por Internet se ha hablado bastante, pero, en mi opinión, de aspectos banales como la seguridad o cómo las usan los cazatalentos en su trabajo. Imagino que de las revoluciones que trae la técnica, cuando acaban de llegar, llama la atención lo anecdótico, y supongo que cuando se inventó el automóvil hubo más artículos sobre las gallinas destripadas bajo sus ruedas y cosas por el estilo que sobre el cambio que iba a traer en nuestro modo de vivir.

Decía William Faulkner que "el pasado no está muerto y enterrado; el pasado ni siquiera ha pasado". Una frase muy bonita, pero consoladoramente limitada hasta la aparición de Internet. Lo fuerte de Facebook y similares es su aspecto psicológico, absolutamente novedoso, a saber: la abolición del pasado. El hombre, cualquier hombre, compartimentaliza por necesidad. Primero, está acostumbrado a que sus fases de la vida, representadas por personas, queden atrás. Rara es la persona que mantiene algún amigo de su primera infancia; desconocida quien mantiene a TODOS los amigos del parvulario. Uno tiene un entorno de niño, otro cuando va al colegio, otro en la universidad, otro cuando trabaja.

Además, en el mismo presente, tiende a mantener separados varios 'ambientes' sociales, de forma que, por lo común, los compañeros con quien se lleva bien en la oficina no los mezcla con los buenos vecinos o con esos amigos que mantenemos de la facultad o la mili.

Eso, con las redes sociales, se acabó. Aquí Pili, la del Sexto, 'expone' su veraneo en la Riviera Maya a la curiosidad de Ernesto, el de Marketing, que a su vez da a conocer los grupos de diversa índole a los que pertenece, y ambos caen bajo el casi involuntario escrutinio del Paco del principio. De repente, toda nuestra vida social, los de un lado y los del otro, los 'muertos' y los 'vivos' conviven en el totum revolutum de nuestra cuenta de Tuenti.

No creo que se pueda dar un paso así impunemente. No voy a ponerme como los científicos que 'demostraron' que el tren provocaría terribles enfermedades al permitir cambiar tan rápidamente de clima, pero la transformación no va a ser menos intensa que la que trajo ese mismo tren y, la verdad, no creo estar preparado. Que Facebook no cuente más conmigo.

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